8/3/10

"Le peintre de la vie moderne"

[O cuatro claves para entender la revolución artística del siglo XIX]


Constantin Guys, Dans le bordel (1850)
Considerado uno de los textos fundamentales de la Modernidad del siglo XIX, y publicado el año 1863 por Charles Baudelaire (1821-1867). El pintor de la vida moderna presenta las diversas problemáticas del mundo d ela producción intelectual, la necesidad de reenfocar la producción artística en un contexto nuevo y las claves para hacerlo. Se engendra, de este modo, una nueva forma de ver el arte y sobretodo el propio artista, como un maldito que rehúye las normas sociales establecidas para mostrar sin pudor aquello de la vida cotidiana que golpea sus sentidos.

París era la gran capital del arte y la cultura, una ciudad violentamente transformada por la política urbanística de Haussmann y sus bulevares, futuristas canales de tráfico brutalmente superpuestos a la intrincada red del núcleo histórico medieval, que funcionaban como "expositores sociales" e hicideron visible todos aquellos elementos sociales que la antigua organización por barrios había sabido mantener en cierto equilibrio.

Consecuencia también de esta nueva configuración urbanística, y de las multitudes que circulaban en ella, nació el "deseo de gustar", que se convertiría en la razón fundamental de la existencia del dandi que, con su gusto immoderado por la indumentaria y la elegancia material, se convertiría en el personaje de la "vida moderna" por excelencia. El dandismo resulta pues un fenómeno propio de épocas transitorias, de un cierto desorden social, en el que estos personajes ricos, fastidiados y ociosos, pueden concebir el proyecto de fundar una especie nueva de aristocracia, centrada fundamentalmente en la vida en pos de la felicidad y el placer físico. "(el dandi) será una figura de intrínseca duplicidad basada en la dialéctica rechazo / aceptación, porqué el deseo de distinción será posible sólo a partir de la existencia de las masas: en efecto, sin ellas el dandi no podría practicar su estrategia de la aparencia". (Antonio Pizza (prólogo a) Charles Baudelaire, 1995, 31).

Para un contexto, personajes y escenas tan particulares, sera necesaria también la definición de un nuevo modelo de artista, con la capacidad de hacer una traducción directa del contexto moderno, que actuase como "retratista" de la vida contemporánea, como cronista pictórico de una época que compone imágenes hábilmente robadas al embrollo urbano. El artista, pues, salió del estudio situándose a medio camino entre el hombre de mundo y el niño, adoptando el rol de observador curioso de todo aquello que en el París anterior restaba oculto y prohibido. El método pictórico tenía que ofrecer la misma velocidad de ejecución que el movimiento de la ciudad y, de este modo, las ilustraciones, los grabados y los esbozos rápidos funcionaban perfectamente como "instantáneas" de los acontecimientos cotidianos. En un estilo que Baudelaire llama "realismo directo", el pintor moderno nos ofrecía un trabajo a medio camino entre la pintura y la literatura, dado que el objetivo fundamental era narrar, describir sutilmente todas aquellas escenas que configuraban la cotidianidad. "El pintor, el verdadero pintor, será aquel que sepa arrancar a la vida moderna su lado épico, y hacernos ver y comprender, con el color o el dibujo, lo grandes y poéticos que somos con nuestras corbatas y nuestros zapatos de charol" (Charles Baudelaire, 1845, 407).

La búsqueda de la belleza en la Modernidad estaba centrada, pues, en la extracción de momentos que sirvieran para mostrar la belleza potencial inherente a las formas de lo moderno, sin describirla exhaustivamente. Lo bello pasó a tener un sentido dual, atormentado, camaleónico y, en parte, negativo; constituido por una suma de lo efímero, momentáneo y transitorio y lo "eterno". "Lo Bello es siempre, inevitablemente, de una composición doble (...) está hecho de un elemento eterno, invariable, cuya cantidad es excesivamente difícil de determinar, y de un elemento relativo, circunstancial, que será, alternativamente o al mismo tiempo, la época, la moda, la moral o la pasión" (Charles Baudelaire, 1995, 77-78).

Esta concepción dual de la belleza nos aproxima a lo sublime - definido abstractamente como el modo de significación visual más elevacdo -, que implica un arte en el que lo material habla directa e inmediatamente de lo inmaterial; que no se limita a la forma y el color, sino que se refiere explícitamente al contenido; y que no sucede en inguna parte con más fuerza que en la ciudad, donde lo "terrible" y "doloroso" se mezcla indisolublemente con la belleza más absoluta del ornamento y el savoir faire propios de la vida moderna.


[BAUDELAIRE, Charles: El pintor de la vida moderna. Murcia: Colegio oficial de aparejadores y arquitectos técnicos de la Región de Murcia. Primera Edicion, 1995.]

2/3/10

Breve simbología gestual en el Arte Egipcio


Gestos independientes (01):
Son aquellos gestos puntuales que no forman parte de ninguna acción pero que, sin embargo, tienen significado por ellos mismos. Por ejemplo, la imagen de un personaje con el dedo en la boca equivale a la representación de la etapa infantil de este personaje.

[Imagen: Tabla de barro del rey Iuput, Tercer Periodo Intermedio, Dinastía XXIII].

Gestos de dominio (02):

En las escenas de triunfo de los faraones o los reyes, éstos aparecen con los brazos abiertos y alzados para mostrar su supremacía sobre los otros personajes de la escena.

[Imagen: El difunto cazando aves, Tumba de Nebamon, Imperio Nuevo, Dinastía XVIII].

Gestos de sumisión (03):

El faraón aparece cogiendo al enemigo por el cabello, con un pie en su cuello o en la espalda, justo en el instante anterior a atacarlo con un mazo.

Mano cornuta: en la misma tipología de escenas, mientras en faraón aparece triunfante el enemigo está a sus pies con la mano alzada pidiendo clemencia.

[Imagen: Ramsés II dominando al enemigo, Templo de la reina, Abu Simbel, Imperio Nuevo, Dinastía XIX].

Gestos de súplica (04):
De rodillas y frente a una divinidad o faraón, se elevan las manos en dirección al rostro, con las palmas hacia afuera.

[Imagen: Estela de Paneb, Imperio Nuevo, Dinastía XIX, Museo Británico].

Gesto de alabanza del ritual Henu (05):

No se puede representar el ritual entero, por lo tanto se representa el momento culminante de la secuencia de gestos: se dobla una rodilla y, con un puño cerrado levantado y el otro golpeando el pecho, se recita el texto ritual.

[Imagen: Cámera del sarcófago de Seti I, Valle de los Reyes, Tebes, Imperio Nuevo, Dinastía XIX].

Gestos de ofrenda (06):

Se extienden los brazos, entregando alguna ofrenda.

[Imagen: Tutmosis III ofreciendo incienso y agua al dios Amon, Capilla de Deir el Bahau, Templo de Hatxepsut, Imperio Nuevo, Dinastía XVIII].

Gestos de alegría (07):

Se flexionan los brazos en ángulo recto y se elevan al cielo.

[Imagen: Amenhotep, sacerdote enfrente de una estatua de Ramsés IX, Templo de Amon, Karnak, Imperio Nuevo, Dinastía XIX].

Gestos de dolor (08):

Una de las manos, con la palma hacia adentro, se eleva por encima de la cabeza.

[Imagen: Plañidera, Tumba de Nebamon i Ipuki, Tebes, Imperio Nuevo, Dinastía XVIII].